El clima cálido y el esfuerzo físico pueden intensificar los riesgos cardiovasculares, especialmente en personas que no realizan chequeos médicos previos. La deshidratación y la vasodilatación provocadas por el calor incrementan la probabilidad de complicaciones, mientras que las bajas temperaturas suelen estar asociadas con un mayor riesgo de infartos debido a la vasoconstricción. Sin embargo, incluso en verano, las altas demandas físicas pueden desencadenar problemas si existen condiciones no diagnosticadas.
En este sentido, el cardiólogo Jorge Aguirre destacó que muchas personas aparentemente sanas pueden sufrir un infarto durante el ejercicio debido a afecciones no detectadas, como hipertensión, diabetes o enfermedad coronaria asintomática. A su vez, subrayó la importancia de realizar una historia clínica para evaluar antecedentes personales y familiares, así como de recurrir a estudios básicos como análisis de laboratorio y electrocardiogramas. Estas medidas permiten identificar riesgos ocultos que podrían desencadenar un evento cardiovascular.
“Por ejemplo, la diabetes se controla con un valor de glucemia de laboratorio. Por eso decimos ‘aparentemente sano’, porque con un laboratorio se puede saber. Es importante hacer los chequeos médicos, como la historia clínica, el interrogatorio, un laboratorio y un electro. Con esos simples elementos se puede saber qué tiene el paciente”, explicó Aguirre.
En cuanto a los mecanismos que desencadenan los infartos, el especialista explicó que el ejercicio físico genera un aumento de la oferta y la demanda de oxígeno al corazón. Sin embargo, en personas con enfermedad coronaria, incluso si esta es asintomática, el desbalance entre oferta y demanda puede ser peligroso. Esto es especialmente relevante cuando existen obstrucciones arteriales mínimas que, bajo el estrés del ejercicio, pueden provocar un infarto.
“El infarto es la muerte celular miocárdica y puede ser porque se obstruye una placa, una arteria, o puede ser que hay un desbalance entre oferta y demanda, una obstrucción fija. Entonces existen distintos tipos. Haciendo ejercicio aumentamos eso y puede provocar por el estrés una rotura de placa o una obstrucción importante en la arteria coronaria y eso hace que provoque una isquemia o una falta de flujo a nivel miocárdico y ahí produce un infarto”, afirmó.
Asimismo, Aguirre explicó que existen diferentes mecanismos para que se produzca una isquemia, es decir, la falta de flujo sanguíneo adecuado hacia el músculo cardíaco. Algunos casos pueden derivar en un infarto, como ocurre cuando una placa en las arterias se rompe debido al estrés físico, un mecanismo común en personas con enfermedad aterosclerótica. Otros casos surgen por un desbalance entre la demanda y la oferta de oxígeno, asociado a una obstrucción fija en las arterias coronarias, algo más frecuente en personas con múltiples arterias afectadas.
“En una persona sana, que no tiene enfermedad coronaria ni aterosclerosis, no ocurre esto. Lo que podría suceder es otro mecanismo, como la rotura de una capa de la arteria, conocido como disección. Es un caso muy raro, pero existe. Por ejemplo, el caso del jugador de fútbol Iker Casillas. Este sería un infarto sin enfermedad coronaria aterosclerótica”.
Agua fría
Sobre el consumo de agua fría tras el ejercicio, el cardiólogo advirtió que podría representar un riesgo para personas con enfermedades cardiovasculares ya que el frío provoca constricción o espasmo arterial, lo que podría desencadenar un infarto en casos extremos. Aunque destacó que este riesgo es poco frecuente y ante eso, recomendó evitar consumir agua muy fría y optar por agua fresca para rehidratar el organismo.
“El agua fría refresca el organismo, pero puede hacer daño en una persona que tenga enfermedad cardiovascular, sobre todo coronaria o insuficiencia cardíaca. Por eso estadísticamente en invierno hay más infartos que en verano, porque el frío cierra más las arterias. Tomar agua muy fría podría provocar un espasmo arterial y llegar a causar un infarto”, sostuvo.
El especialista también se refirió a los baños de inmersión en hielo tras el ejercicio, una práctica que se popularizó recientemente. En este contexto, el médico indicó que estos baños no son adecuados para todas las personas y están indicados únicamente para deportistas controlados, con estudios que confirmen que no tienen enfermedades coronarias ni autoinmunes que puedan agravar los efectos del frío.
En el mismo marco, Aguirre destacó la importancia de realizar un chequeo médico previo antes de iniciar cualquier actividad física, especialmente en personas mayores o con factores de riesgo. Los estudios necesarios varían según la edad y los antecedentes del paciente, e incluyen desde un electrocardiograma hasta pruebas más avanzadas como la ergometría o el ecocardiograma.
Por último y a modo de aclaración, el especialista comparó esta preparación con la revisión técnica de un vehículo: “Si vamos a ir a hacer actividad física, tenemos que hacer el chequeo previo, la verificación técnica del cuerpo en este caso, y de esa forma realizarlo para poder ir a hacer tranquilos la actividad física. Con esto bajamos la probabilidad de eventos cardiovasculares o eventos clínicos de cualquier tipo”.
Por su parte, la nutricionista Carina González mencionó que la temperatura de las bebidas también debe adaptarse a la actividad física. “Si el agua o bebida está fría menos de 15 o 10 grados puede ser consumida para deportes de mayor duración como el running ya que ayuda a reducir la temperatura corporal, pero si es menos de 10 grados no es conveniente el agua o bebida helada ya que puede causar hipotermia o congelación de los tejidos”.
En sintonía, indicó que la evaluación de las calorías diarias depende de la actividad física de cada persona. Si la actividad es moderada, una alimentación saludable, equilibrada y una buena hidratación pueden ser suficientes, sin necesidad de aumentar las calorías diarias.
Según Karina González, quien comparte más consejos en su cuenta de Instagram @carinasoledadg, mantener estos hábitos puede marcar una gran diferencia en el rendimiento físico y el bienestar general.
Cómo ajustar alimentación e hidratación con ejercicio físico
Con el aumento de las temperaturas y la actividad física al aire libre, cuidar la alimentación e hidratación se convierte en un aspecto clave para preservar la salud y mejorar el rendimiento. Ajustar la dieta y los líquidos según las necesidades individuales y las condiciones climáticas es esencial, tal como lo explicó en una entrevista la nutricionista Carina González (M.P. 431).
“Dependiendo del tipo e intensidad del ejercicio, es recomendable consumir los alimentos una hora antes de comenzar para evitar la sensación de distensión abdominal. Lo ideal es optar por comidas frescas como frutas y granola, que aportan hidratos de carbono, huevo como fuente de proteínas, y nueces o semillas para las grasas saludables, asegurando así un aporte balanceado de macronutrientes”, explicó González.
En relación con la hidratación, indicó que el agua es fundamental antes, durante y después de la actividad física, recomendando un consumo diario de al menos dos litros. Además, señaló que para ejercicios de mayor intensidad o duración, es conveniente incorporar bebidas deportivas que contengan electrolitos como sodio, potasio, calcio, magnesio y cloruro.
Estos elementos son esenciales para mantener el equilibrio hidroeléctrico del cuerpo, regular la temperatura corporal y prevenir lesiones. También advirtió que la deshidratación puede manifestarse con señales como boca seca, sed intensa, fatiga, dolor de cabeza y orina oscura.
Por otro lado, resaltó la importancia de incluir en la dieta frutas y verduras con alto contenido de agua, como sandía, tomate y pepino, para complementar la hidratación y aportar minerales, fibra e hidratos de carbono.
Fuente: El Territorio.