Medianoche del 22 de diciembre de 2023. Santiago del Estero. Enzo Pérez no acepta preguntas. Con alto grado de congoja, ya con el Trofeo de Campeones asegurado, se sienta en la sala de conferencias del Madre de Ciudades y anuncia que no seguirá en River. Que prefiere “irse con los lindos recuerdos y en paz”.
Madrugada del 22 de diciembre de 2024. Misma locación. Mismo contexto. Mismo protagonista con medalla y beso. Un volante central aclamado, querido, que repite discurso aunque con tono más relajado. Como si ya hubiera asimilado el adiós que anunciará. Que se va de Estudiantes después de su última vez con esa camiseta después de ganar otra final.
Hay finales y finales. En el caso de Enzo Pé, se mezclaron las acepciones: allí donde se definió una copa también se cristalizó una decisión. Un punto final, el de anoche. Uno que amagó a serlo hace un año, cuando divorciado de Martín Demichelis elegía otro rumbo.
Sin saber que durante el 2024 el escenario riverplatense se transformaría. Y propiciaría lo que se prevé ocurra, ya con el camino allanado. Con Marcelo Gallardo, el deté con el que lo conecta una estrecha relación. Con el que celebró tanto. Con el que transitó tanto. Al que fue a alentar luego de que se concretara su regreso a River.
Una señal de ese cariño fue que su primera aparición post quiebre con Demichelis fue precisamente en un palco del Monumental, en la noche del 21 de agosto, en la revancha ante Talleres por la Copa Libertadores. Y con MG sentado en el banquillo.
Todavía no es un hecho que Enzo Nicolás, hincha de River desde que fue dado a luz hace 38 años y 10 meses, vaya a jugar en el club al que defendió hasta fracturado (jugó y ganó un superclásico con una lesión ósea en uno de sus dedos) y para el que hasta atajó desgarrado, entrando en la historia y la épica. Cuando no, en la bandera.
El propio Gallardo fue extremadamente cuidadoso cuando le consultaron sobre la posibilidad de repatriar a Enzo, excusándose -como al referirse a Juan Fernando Quintero- que el futbolista estaba atado contractualmente y en competencia a otra institución.
Aquel escenario ya no corre más. Y ahora sí cabrá un primer contacto telefónico entre el entrenador que imagina su 2025 híper competitivo y el centrocampista -y excapitán- que está a punto de cumplir 39. Pero que con 46 partidos en la temporada -que finalizó con la goleada y el título de Estudiantes- demostró estar vigente: tan solo se perdió cinco encuentros en todo el año.
Un eventual regreso de Enzo Pérez, sin embargo, no se piensa únicamente en términos futbolísticos. Como una mera opción para un puesto que -está claro- no consiguió dueño durante sus hasta aquí 12 meses de ausencia (Rodrigo Villagra llegó como gran apuesta y no se asentó; Nicolás Fonseca y Matías Kranevitter rotaron sin demasiado éxito).
La vuelta del mendocino también tendrá que ver, cuando se concrete, también con una cuestión de vestuario: Pérez es un conocedor del manual de estilo de Gallardo en términos de conducta y esfuerzo, de ponderación de lo colectivo por sobre lo individual. Por caso, su inmortalizada imagen con el buzo verde flúo y los guantes ante Independiente Santa Fe fue muestra de ello.
La primera señal de una vuelta potencial se dio en la zona mixta del Madres. Con una alocución de ciento treinta y siete palabras en las que admitió haberles anticipado tanto a Juan Sebastián Verón como a Marcos Angeleri y a Eduardo Domínguez su determinación de no renovar. Y en las que le agradeció a los hinchas.
“Saben que los quiero mucho y en toda mi carrera le tuve un respeto grande a la institución. No solo dejo lo profesional, sino, el cómo me hicieron crecer como persona y los voy a llevar en el corazón. Quería desearles lo mejor en el 2025”, fue la última manifestación pública de EP, un rato después de que la gente le pidiera que no rompiera… y que se quedara a ganar la Copa.
Pero Enzo ya se enfoca en otra cosa. Y esa otra cosa parece ser lo que dicta su corazón. Un regreso a su casa. Donde jugó 241 partidos (197 con MG), marcó seis goles y ganó diez títulos. Para finalizar el trazo de ese círculo que se empezó a abrir -y quizás también a cerrarse- en Santiago.